domingo, 19 de abril de 2015

Adiós, uruguayo

"¿Ha entrado usted alguna vez a un pabellón vacío? Haga la prueba. Párese en medio de la cancha y escuche. No hay nada menos vacío que un pabellón vacío. No hay nada menos mudo que las gradas sin nadie.  
En el Abdi Ipecki de Estambul suena todavía el griterío demente y el penyero de la Final a Cuatro de 1992, pero aguzando el oído puede usted escuchar los gemidos que vienen de cuando Djordjevic clavó ese maldito triple.  
El Ausías March, de Badalona, suspira de nostalgia por la liga del 78. 
El Palau Sant Jordi sigue llorando la derrota barcelonista de 1992 como entre los cristales de las torres que están donde estaba el Saporta se llora la madridista de 2004. 
En La Nevera del Ramiro trepidan cánticos de hace medio siglo.  
Desde las profudidades del Olimpic resuenan los ecos de los gritos de Lolo Sáinz. 
Habla en catalán el cemento de La Plana y en euskera conversan las gradas del Buesa Arena de Vitoria, donde se graduaron dos de los mejores equipos de la historia de Estu y Penya. 
En Granada, el fantasma de John Pinone mete zarpazos que hacen vibrar a la ciudad más demente de España. 
La final europea de 1994 se juega día tras día y noche tras noche en La Mano de Elías. 
El 02 World de Berlín tiene palco de mármol y oro y tribunas alfombradas, pero no tiene memoria ni gran cosa que decir."

Este texto, que publiqué en "Tú al Ramiro y yo a Badalona" número 1 introduciendo la sección "Los templos" es un descarado fusilamiento de uno del gran Eduardo Galeano en "El fútbol a sol y sombra".

Lo hice, claro, a modo de homenaje. El uruguayo ha sido de esos pocos escritores de los que me decía "quiero escribir como él". Y lo más parecido que me ha salido ha sido ese vergonzante fusilamiento, claro. 

Su muerte, esta semana, me pilló descolocado. Igual que otras te las esperas, la de Galeano no. Y mira que es alguien que parecía ya un señor mayor incluso en las fotos de joven, y que me sorprendió que no lo era tanto: "sólo" 75 años. Pero qué bien escritos, oiga. 

Como en tantas cosas en esta vida, cuando dejan de estar ahí es cuando te paras a repasar en qué te ha aportado. Y la obra de Galeano me ha dejado muchas cosas importantes.

"Las venas abiertas de América Latina" me hicieron entender el mundo. Y ojo, que no fue ni el primer libro suyo que leí ni fue algo que hiciera siendo adolescente me marcara por ello: me pilló bien crecidito, no hace ni 5 años, y con algo de "background" de cómo funcionaban las cosas ya. Aún me sigue impresionando lo vigente que está para ser de 1971. Y ahora que se habla tanto de Latinoamérica, de Venezuela, Cuba, Bolivia, Colombia... quizá más de uno debería repasarlo para comprender alguna que otra cosilla. 

El mencionado "El fútbol a sol y sombra" me hizo ver que se podía escribir de deporte de otro modo, y decirme "yo también quiero". Los resultados... ya los he comentado, claro. 

"Espejos, una historia casi universal" es el primer libro suyo que leí. Me lo regaló mi amiga María "Aitora" y es ese inconfundible estilo de historias cortas, mezclando narrativa con poesía o términos académicos de la mayoría de obras de Galeano aplicado a otra de mis pasiones de las que hablo poco: la historia social. 

Tres años después, en 2011, "Los hijos de los días", sin embargo, se me hizo muy repetitivo. Un poco más de lo mismo, aunque tiene también sus chispazos de genialidad. 

Luego he leído fragmentos de otras obras, algo muy sencillo cuando se escribe de un modo sencillo, claro y poético a la vez. Y también le he escuchado. Mucho. Con musicalizaciones de su obra como esta...



A Galeano se le acusa, seguramente con razón, de maniqueo. De no tener demasiados registros. De escribir siempre lo mismo. De paternalista y facilón. 

No lo sé, no soy ningún especialista en su obra. Ni en la de nadie. Como buen periodista, sé retazos de muchas cosas pero como solía lamentarse mi abuelo soy un "aprendiz de mucho, maestro de nada".

Pero Galeano consiguió conmigo dos cosas: enseñarme e inspirarme. 

Y eso no lo ha conseguido casi nadie. 

Que la tierra te sea leve, compañero. 



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