“Levantar una catedral con pedazos de canciones que nacieron
sin alas”
En 2019 se quemó una catedral en Francia. No una catedral
cualquiera: Notre Dame, en la que todos los que hemos ido a París nos hemos
hecho fotos, y que hemos visto en una peli de Disney que tenía un jorobado.
En un primer momento de alarma parecía que se iba a perder
para siempre, pasto de las llamas. Luego resultó que los daños fueron
terribles, que buena parte de lo más vistoso y bonito se derrumbó: la aguja,
las bóvedas y tal…
“Y volver a intentarlo con la energía de los rayos de sol
que entrar a través de sus vidrieras. Y echarte de menos hasta que duela, no
existe mejor musa. Desaprender lo aprendido, olvidar lo olvidado, y tirar
adelante”
… pero resultó que la
catedral se mantuvo firme, en pie, gracias a sus cimientos, a su estructura, a
que mucha gente hace cientos de años hizo muy bien su trabajo. Nunca volverá a
ser igual y, sin duda, se notarán las cicatrices. Pero la reconstruirán y
quedará bien mona.
También en 2019 se procedió a la demolición, controlada,
civilizada, aséptica, terriblemente dolorosa, por capítulos, de otra “catedral”:
el estadio Vicente Calderón. No la reconstruirán, se han hecho otra de plástico
en la otra punta de Madrid.
Mientras tanto, entre las ruinas, y hasta que construyan la
mierda para ricos que vayan a construir, donde había césped, crecen plantas, la
maleza se va apoderando de todo entre máquinas y coches. Como en Parque
Jurásico, “la vida siempre se abre paso”.
Y yo he querido que asome la planta que crece dentro asome
también en el brazo.
“Alargar las horas entre amigos, hacer el amor con quienes
amamos. ¡Carpe noctem! Y echarte de menos hasta que duela, no existe mejor
musa. Hacer parkour entre corazones y caer. Pero siempre caer de pie”.
Siempre. Siempre. Siempre caer de pie.
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