lunes, 30 de diciembre de 2019

Una catedral




“Levantar una catedral con pedazos de canciones que nacieron sin alas”

En 2019 se quemó una catedral en Francia. No una catedral cualquiera: Notre Dame, en la que todos los que hemos ido a París nos hemos hecho fotos, y que hemos visto en una peli de Disney que tenía un jorobado.  

En un primer momento de alarma parecía que se iba a perder para siempre, pasto de las llamas. Luego resultó que los daños fueron terribles, que buena parte de lo más vistoso y bonito se derrumbó: la aguja, las bóvedas y tal…

“Y volver a intentarlo con la energía de los rayos de sol que entrar a través de sus vidrieras. Y echarte de menos hasta que duela, no existe mejor musa. Desaprender lo aprendido, olvidar lo olvidado, y tirar adelante”

… pero resultó que  la catedral se mantuvo firme, en pie, gracias a sus cimientos, a su estructura, a que mucha gente hace cientos de años hizo muy bien su trabajo. Nunca volverá a ser igual y, sin duda, se notarán las cicatrices. Pero la reconstruirán y quedará bien mona.

También en 2019 se procedió a la demolición, controlada, civilizada, aséptica, terriblemente dolorosa, por capítulos, de otra “catedral”: el estadio Vicente Calderón. No la reconstruirán, se han hecho otra de plástico en la otra punta de Madrid.

Mientras tanto, entre las ruinas, y hasta que construyan la mierda para ricos que vayan a construir, donde había césped, crecen plantas, la maleza se va apoderando de todo entre máquinas y coches. Como en Parque Jurásico, “la vida siempre se abre paso”.

Y yo he querido que asome la planta que crece dentro asome también en el brazo.

“Alargar las horas entre amigos, hacer el amor con quienes amamos. ¡Carpe noctem! Y echarte de menos hasta que duela, no existe mejor musa. Hacer parkour entre corazones y caer. Pero siempre caer de pie”.

Siempre. Siempre. Siempre caer de pie.