A mi me da una pena terrible cuando derriban un recinto deportivo. Y cuanta más historia tengan, más.
Me dieron penita Sarriá, el Boston Garden, el desastre que han hecho con Vallehermoso y hasta el Saporta... no me va a dar pena pensar que no le queda nada al estadio Vicente Calderón.
Me acuerdo de cómo me impresionaba cuando subíamos a Madrid (los de Pinto a Madrid SUBIMOS, desconozco si por estar al norte o porque efectivamente está más alto) al pasar por debajo del graderío por la M30. No digamos ya cuando íbamos el autobús del cole y los más futboleros empezaban una guerra de cánticos. De aquella Futre mandaba mucho.
No se me olvida cuando mataron a Aitor Zabaleta, algo que me marcó. No lo podía entender con 16, lo voy a entender ahora con 35... Dos días después del asesinato mis padres me recogían de un concierto en La Riviera... precisamente en el aparcamiento del Calderón porque era fácil llegar. Cómo nos echaron de allí los de seguridad. No estaba el horno para bollos.
Y en lo profesional... en el Calderón he escrito páginas muy humildes pero que recuerdo con un cariño tremendo. Imborrable aquel Atlético de Madrid- Málaga para Radio Sensación en el mes de enero, con Isabelino Bejarano. Aquellas instrucciones para hacerlo bien del que entonces ya se veía que iba a ser el mejor: Santi Duque.
Cuando estos años he ido al Manzanares como aficionado siempre me iba la vista hacia la lejanísima tribuna de prensa y recordaba el frío helador, los nervios, el confundir a Torres con Nikolaidis, el no saber acceder a sala de prensa y tener que enseñarle el equipo de radio al policía nacional para que se creyera que esos dos pimpines efectivamente éramos periodistas y no habíamos robado la acreditación - que era una simple entrada con el nombre de nuestra radio-.
Hice un par de partidos más en el Calderón y ya me sabía la lección: abrigarse bien bien bien. Sigo sin entender aún cómo el director, Mariano Abad, logró aparcar el coche en el túnel de la M30. Periodistas de la vieja escuela, con la jeta por delante. Igualito que los mierdas que buscamos todo en Twitter ahora. Ya.
La presentación de Salva Ballesta en aquel verano de 2004 de becario en la SER. Esta lamentable foto pertenece a aquel día. Ese verano hice mucho trabajo sucio con el Atleti, pero fue sobre todo en el Cerro del Espino. Esos meses en Gran Vía 32 aprendí más que en 4 años de carrera.
Volví a pisar el césped del Calderón unos años después. Es uno de los subidones más bestias que recuerdo: logramos colarnos para ver a AC/DC en los bises. En la última gira de los australianos ya me retraté y pagué por mi entrada en grada. Moló mucho, pero no fue ni mucho menos lo mismo. Iremos directos al infierno, por autopista, seguro.
Alguna vez me prestaban algún abono o lograba incluso las manidas entradas VIP o semiVIP. Lo que me reí en uno de esos palcos de pringaos en un Atleti - Sevilla con un colega que decidió que él iba a ir con el Sevilla jartándonos a cerveza "sin alcohol" y cantándole el gol ganador del Atleti en el minuto 90 en la oreja...
El Kun y Forlán follándose a Osasuna. Las galopadas de Diego Costa. Messi caminando. El himno de la Champions tapado con insultos o con el himno de Metropolitano. Con mi futuro suegro de vinos prepartido para combatir el frío despues de un Estu-Barça milagroso que nos mete en Copa. Los reencuentros con amigos que no veía nunca porque vivían fuera en partidos importantes en la esquina de La Caixa donde hace años que no hay ninguna Caixa...
No son para nada grandes historias. Yo no tengo el más mínimo pedigrí atlético, ni tampoco lo busco, no es mi sitio. Pero estas cutre historias son mías. Y las dejo escritas porque si hay algo que me da más pena que cuando derriban templos deportivos es cuando pierdes cosas dentro de tu cabeza.
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