¿Cuántas veces habías hablado del tema conciliación familiar, llevar al niño al trabajo, acceso a guarderías, permisos de paternidad-maternidad, compatibilidad de tener críos y currar, etc antes del famoso "bebé de Bescansa en el Congreso"?
Yo muy pocas. Alguna vez, de pasada, con la gente de mi entorno que ya son padres. Y normalmente muy por encima.
Y eso que es un tema importantísimo. Quizá de lo más importante en la vida: trabajo y vida familiar. Pero no es un tema estrella en las conversaciones. No digamos ya en el debate mediático (tal vez porque el periodismo es una de esas profesiones donde la "conciliación familiar" es más utópica).
Desconozco si la diputada de Podemos llevará al bebé junto a ella al escaño más veces hasta ser una imagen normal a la que nos acostumbremos. O otros días ya lo dejará en la guardería del Congreso, o en su casa, o con el padre, o si es madre soltera y lo deja con una prima que vive cerca de la Carrera de San Jerómimo o yo que sé. Porque realmente ni sé nada de la vida personal de Carolina Bescansa, ni me importa. Tampoco lo que vaya a hacer con el crío, la verdad. Sólo le incumbe a ella.
Pero ha sacado del ámbito de lo privado un tema que sin embargo es de interés público. Llevar al bebé al Congreso tiene un valor simbólico tremendo. Aunque hubiera podido no hacerlo por tener el privilegio de la guardería.
Ojalá eso no fuera un privilegio y fuera el estándar.
Si hubiera hecho un discurso y una proposición de ley sobre conciliación familiar, con el niño en la guardería, no se habría hablado nada del tema.
Al final, en la sociedad del espectáculo en la que vivimos, espectáculo es lo que hay que dar para empezar a hablar un poquito de lo importante. Es triste, pero es lo que hay.
Y para mi el debate debe ir en dos líneas: primero y fundamental, en el aspecto de género. Es un hecho que muchas mujeres deben elegir entre su carrera profesional o ser madres porque como se salgan de la rueda están acabadas profesionalmente, Y eso es mierda.
Y otra, no menos importante. Trabajamos para vivir. Para comer nosotros y nuestra gente. No por gusto. Hay que ir hacia una sociedad en la que trabajemos el tiempo necesario para generar los recursos para poder tener una vida digna. Y la vida digna pasa no sólo por tener dinero, sino también por tener tiempo.
No tiene sentido tener que elegir entre cuidados familiares y trabajo. No tienen sentido las jornadas laborales partidas que te entrampan todo el puto día. No tienen sentido el coaching, el afterwork y el fucking shit si no se ponen las necesidades reales de las personas en el centro de todo ese circo.
En mi curro, dentro de lo malo y de muchas cosas muy mejorables en temas laborales, éste más o menos se cuida. Los niños en la oficina son de lo más normal, sobre todo por las tardes. Normal, los hijos de muchos compañeros de oficina están en la cantera, y cuando acaban de entrenar, suben a hacer los deberes.
Cuando trabajamos en fin de semana, al ser al fin y al cabo un espectáculo abierto al público, podemos ver a nuestros familiares. Sin ir más lejos, el abono de mis padres en el Palacio está muy cerca de la tribuna de prensa, para al menos poderles dar un beso en el descanso.
Pero eso no es la norma. Y ya vale.